La tecnología da para todo, ya se ha creado un software para cazar infieles, el dichoso programita, creado por un taiwanés, tiene la letal misión de revisar mensajes de celulares, cuentas de correo y llamadas non santas.

Además de admitir que tal diseño es ingenioso, más que eso, no sé por qué se justifica semejante persecución por algo que ya se sabe antes de inventar ningún software.

Detectar relaciones fuera del matrimonio o pareja es la actividad más infructuosa que conozco, además de absurda, porque los resultados son siempre los peores, sea cierta o no la infidelidad.

El programa detecta, dicen, expresiones, un “te quiero”, un “moros en la costa”, o cualquier cosa que identifique alguna actividad con otra, que por otra parte son todas, porque “el otro”, es precisamente el objeto de tener celulares, es el objeto de este invento, que en cuanto ocurre le envía un alerta al consorte.

El programa, por ahora, es gratis, se supone que el creador tendrá que pulirlo colectando datos de la realidad.

Pero, francamente, si tal cosa se difundiera, sería meramente sangriento, sin mucho más objetivo.

En el mundo, actual, lo más abundantes, además del aire y la violencia, son las personas, entre tanta, esperar que sólo haya una para cada otra, es absurdo, va en contra de principios fundamentales de nuestra biología y sobre todo de la razón.

La única razón por la que la fidelidad tiene buena prensa es porque es una organización económica que el estado puede controla; esto es mío, esto es tuyo, basado en la figura de organización de uno y uno.

Pero la realidad no funciona como a la economía le conviene, a la realidad le gustan las variaciones, las complicaciones y las infidelidades ocurren, son sanas, alientan la pluralidad, la condescendencia.

No sé qué tanto problema con el asunto de la infidelidad, algún día, cuando la humanidad comprenda que nos “somos” objetos de uso exclusivo, que fuimos diseñados para diseminarnos libremente, entonces no seremos objetos de prueba de ideas como estas, el software de la infidelidad es más cómico que útil.

Para quien haga de su vida un guión en que la fidelidad determina su felicidad, no necesita un software para que le confirme lo que ya sabe de antes de usarlo: la fidelidad parece más una utopía que una realidad.

El mundo y la vida son demasiado complejos para circunscribirla a tan pobre concepto de confundir lealtad con fidelidad.

Lo ideal es tener una pareja leal, que a la hora de las dificultades esté, no tiene ninguna importancia si se toma o nos tomamos “recreos”.

A ver si nos dejamos de pavadas y generamos software para detectar agresividad y aprender a manejarla.